Las bodas de Camacho


 

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 TEXTO

 

   Poco trecho se había alejado don Quijote de la aldea de don Diego, cuando se encontró en el camino con dos estudiantes y dos labradores que venían sobre cuatro bestias asnales. Los saludó don Quijote, les ofreció su compañía y les pidió que detuviesen el paso, porque Rocinante caminaba menos que las pollinas. Cuando les dijo que se llamaba don Quijote y que era un caballero andante en busca de aventuras, los estudiantes advertieron la flaqueza de su cerebro, pero aun así lo miraban con admiración y respeto.

       - Si vuestra merced, señor caballero – le dijo uno de ellos, que era licenciado por la universidad de Salamanca -, viene con nosotros, verá una de las bodas más ricas que hasta hoy se han celebrado en la Mancha.

   Añadió el estudiante que los desposados eran muy ricos. El novio, Camacho “el rico”, tenía veintidós años, y ella, a quien por excelencia llamaban Quiteria "la hermosa", dieciocho. Las bodas se iban a celebrar con gran lujo en un prado, bajo un techo de ramas, con muchas danzas, pero lo que más se esperaba era lo que podía pasar con Basilio, un zagal que andaba enamorado de Quiteria desde sus más tiernos años, y que había sido correspondido por ella durante mucho tiempo con mil honestos favores.

   - Basilio - añadió el licenciado - es mancebo ágil, luchador extremado y buen jugador de pelota; corre como un gamo, canta como una calandria, hace hablar a la guitarra y maneja la espada como el mejor. Pero, como es pobre, el padre de Quiteria quiere casar a su hija con el rico Camacho.

   - Pues sólo por la gracia de manejar la espada merecía casarse con la hermosa Quiteria - dijo don Quijote.

   - ¡A mi mujer con eso! - replicó Sancho Panza, que hasta entonces había estado callado -. Mi Teresa cree el que cada uno debe casarse con su igual, como manda el refrán: <<cada oveja con su pareja>>. Pero a mí me parece que los que se quieren se han de casar sin que nadie se lo estorbe.

   - Si así fuera - dijo don Quijote -, una muchacha escogería al criado de su padre o al primero que pase por la calle con tal de que sea apuesto, que el amor ciega la razón. Pero en el matrimonio se ha de escoger con tiento, pues la mujer no es mercancía que una vez comprada se devuelve o se cambia, sino que dura lo que dura la vida.

   - Desde que Basilio supo que la hermosa Quiteria se casaba con Camacho el rico - prosiguió el licenciado -, anda pensativo y triste, come y duerme poco y da claras señales de que se ha trastornado. Todos nos tememos que, cuando Quiteria dé el sí, Basilio se ha de morir de pena.

   - Dios, que da la llaga, da la medicina - dijo Sancho -, y de aquí a mañana muchas horas hay, y yo he visto llover y hacer sol a un mismo tiempo, así que todo es posible.

 

[...]

 

   Siguieron todos el camino y, al anochecer, llegaron a la aldea de Quiteria bajo un cielo lleno de resplandecientes estrellas. Al acercarse, oyeron confusos y suaves sonidos como de flautas, tamboriles, salterios, banderas y sonajas; y a la entrada del pueblo vieron en un parado luminarias entre las enramadas y hojas de los árboles. Las cuadrillas de músicos alegraban la boda con sus bailes, sus canciones y su música, mientras otros levantaban andamios para ver con comodidad al día siguiente las bodas del rico Camacho y el entierro de Basilio. No quiso entrar en el lugar don Quijote, con la disculpa de que los caballeros andantes dormían por los campos antes que en los poblados. Pero, apenas la blanca aurora había dado lugar a la salida del lucientes sol, don Quijote, sacudiendo la pereza de sus miembros, se puso en pie y llamó a su escudero Sancho, que aún bronca va, diciéndole:

   - ¡Oh tú, bienaventurado entre todos los que viven sobre la faz de la tierra, pues duermes con sosegado espíritu, sin que te persiguen los encantadores, te desvelen los celos de tu dana y te inquiete la ambición!

   Pero, como Sancho no se despertaba, don Quijote tuvo que picarle con el palo de la lanza. Cuando despertó por fin, soñoliento y perezoso, volviendo el rostro a todas partes, dijo:

   - Si no me engaño, de allí viene tufo y olor a torreznos.

   - Arriba, glotón - dijo don Quijote -. Iremos a ver la boda y lo que hace el desdeñado Basilio.

  - Si tuviera dinero, se casaría con Quiteria, pero, siendo pobre, haré contentarse con lo que encuentre y no pedir cotufas en el golfo. Yo apostaré un brazo a que Camacho puede envolver en reales a Basilio, y bien boba fuera Quiteria si desechase sus joyas. Sobre un buen cimiento se se puede levantar un buen edificio, y el mejor cimiento del mundo es el dinero.

   - Por Dios, Sancho, acaba ya.

   - Si vuestra merced tuviera buena memoria, recordaría que antes de salir de casa prometió dejarme hablar todo lo que quisiera.

   - Yo no me acuerdo de eso, Sancho, pero ahora quiero que calles y vengas, que sin duda la boda va a celebrarse esta misma mañana.

   Sancho ensilló a Rocinante y puso la alabarda al rucio, subieron los dos, y paso a paso entraron por la enramada. Lo primero que vio Sancho fue un novillo entero que se asaba al fuego sobre una montaña de leña, y alrededor de la hoguera seis ollas en las que se cocían carneros enteros, y en los árboles cercanos incontables liebres sin pellejo, gallinas sin pluma e infinitos pájaroa que colgaban de las ramas para que el aire los ablandase. Contó Sancho más de sesenta odres llenos de vinos añejos, montones de pan blanquísimo, quesos apilados como ladrillos que formaban una muralla y dos enormes calderas de aceite para freír cosas de masa que había que sacar con dos grandes palas. Los cocineros y cocineras pasaban de cincuenta, todos limpios, diligentes y contentos. Todo lo miraba Sancho Panza, y todo lo contemplaba, y todo le apetecía. Y así, sin poder resistirse, se llegó a uno de los solícitos cocineros, y con corteses y hambrientas razones le rogó dejase mojar un mendrugo de pan en una olla.

   - Hermano - le respondió el cocinero -, hoy no es día de hambre, gracias al rico Camacho.

   Entonces sacó de un caldero tres gallinas y dos gansos, y dijo a Sancho:

   - Comed, amigo, y desayunaos mientras llega la hora del yantar.

   Mientras esto pasaba, don Quijote miraba la entrada de una docena de labradores vestidos de fiesta sobre doce hermosísimas yeguas adornadas con vistosos jaeces y muchos cascabeles. Los jinetes recorrieron varias veces el prado en concertado tropel, diciendo con alegre griterío:

   - ¡Vivan Camacho y Quiteria, él rico y ella la más hermosa del mundo!

   Al oír esto, dijo don Quijote para sí: <<Bien se ve que estos no conocen a mi Dulcinea del Toboso>>:

   Poco después llegaron dos docenas de gallardos danzantes y unas hermosísimas bailarinas vestidas de rico paño verde y con cabellos tan rubios que desafiaban al mismo sol, y se representó un baile en que el Amor y el Interés batallaban por cautivar a una doncella, invención en que se echaba de ver la disputa de Basilio y Camacho por Quiteria.

   Acabado el baile, Sancho, que estaba comiéndose una gallina, dijo:

   - ¡Me inclino por Camacho!, porque en sus ollas hay gansos y gallinas, liebres y conejos. Como decía una agüela mía, hay dos linajes en el mundo: tener y no tener, y yo prefiero el primero.

   En esto se oyeron grandes voces y mucho ruido, y es que se acercaban los novios, rodeados de mil clases de instrumentos y de figuras con máscaras. Venían acompañados del cura, la parentela de ambos y la gente más lucida de los lugares vecinos, todos vestidos de fiesta.

   Al ver Sancho a la novia, dijo:

   - ¡Pardiez!, que la novia no está vestida de labradora, sino de elegante palaciega. ¡Qué terciopelos, y qué sedas, y qué joyas de oro, que deben valer un ojo de la cara! ¡Qué hideputa! ¡Y qué cabellos, los más largos y más rubios que he visto en mi vida!, si es que no son postizos. Juro por mi alma que podría casarse con un banquero de Flandes.

   Mucho se rió don Quijote de las rústicas alabanzas de Sancho Panza.

   Venía la hermosa Quiteria algo descolorida, y debía de ser de la mala noche que siempre pasan las novias antes del día de su boda. Ya se acercaban los novios a una tarima levantada a un lado del prado, cuando de pronto se oyeron grandes voces, y todos volvieron la cabeza.

   - ¡Esperaos, gente desconsiderada!

   El que voceaba era un hombre vestido de negro, con una corona de funesto ciprés en la cabeza y un bastón en las manos. Al acercarse, todos reconocieron al gallardo Basilio, y se quedaron suspensos, temiendo un mal suceso. Pálido y sin aliento, Basilio se plantó delante d elos novios, hincó el bastón en el suelo y, puestos los ojos en Quiteria, dijo con voz ronca y temblorosa:

   - ¡Viva, viva el rico Camacho con la ingrata Quiteria largos y felices siglos! ¡Y muera, muera el pobre Basilio, que por culpa de su pobreza nunca podrá casarse con la mujer a la que ama!

   Y diciendo esto, tiró de la punta del bastón que había clavado en el suelo, separó la mitad, que servía de vaina a un estoque de afilada cuchilla, y se arrojó sobre él. Al instante asomó por la espalda la punta acerada del estoque, y el desgraciado Basilio cayó al suelo traspasado y bañado en sangre.

   Acudieron de inmediato sus amigos a socorrerlo, y el mismo don Quijote se acercó y tomó en sus brazos a Basilio, que aún respiraba. El cura dijo que no le sacasen el estoque antes de confesarlo, porque se moriría en cuanto se lo arrancaran.

   - Cruel Quiteria - murmuró el moribundo con voz doliente y desmayada -, dame en este último trance la mano de esposa.

   Al oírlo, el cura le dijo que pidiese a Dios perdón por el gran pecado que acababa de cometer, pero Basilio replicó que no se confesaría hasta que Quiteria fuese su esposa. Entonces don Quijote dijo que se atendiese la petición del herido, pues el señor Camacho podría casarse luego con la señora Quiteria, viuda del valeroso Basilio.

   - Porque el lecho nupcial de Basilio será la sepultura - añadió.

   Unos con ruegos y otros con lágrimas todos esperaron a que Quiteria diese la mano al pobre Basilio, pero ella, más dura que el mármol, se resistía, hasta que el cura dijo que se decidiese, porque Basilio ya tenía el alma en la boca, y estaba a punto de perderla. Entonces la hermosa Quiteria se puso de rodillas y tomó la mano de Basilio, que, con los ojos vueltos y el aliento corto, murmuraba entre dientes el nombre de su amada.

   - ¡Oh Quiteria! - dijo -, puesto que ya cubre mis ojos la espantosa sombra de mi muerte, no me engañes ni te cases conmigo por cumplir ni a la fuerza, sino porque me quieres por legítimo esposo.

   - Libremente te doy la mano para ser tu esposa - respondió Quiteria.

   - Y yo me doy por tu esposo - dijo Basilio.

   Asidos de las mano los novios, el cura, tierno y lloroso, les echó la bendición y  pidió al cielo el eterno reposo para el alma del recién desposado, pero Basilio, nada más recibir la bendición, se levantó en pie con gran ligereza y se sacó el estoque del cuerpo. Todos los circunstantes quedaron admirados y algunos empezaron a gritar:

   - ¡Milagro, milagro!

   Pero Basilio replicó:

   - ¡No <<milagro, milagro>>, sino <<ingenio, ingenio>>!

   El cura, desconcertado y atónito, corrió a tenta rla herida de Basilio y advirtió que la cuchilla no había pasado por la carne, sino por un tubo de hierro lleno de sangre que Basilio se había colocado junto a las costillas. Camacho, el cura y todos los presentes se sintieron burlados y humillados, y dijeron que el casamiento no era válido por haber sido engañoso, pero entonces Quiteria dijo que ella lo confirmaba de nuevo, por lo que todos comprendieron que el enredo lo habían preparado entre los dos. Camacho y los suyos quedaron tan avergonzados que desenvainaron las espadas para vengarse, y Basilio y sus partidarios desenvainaron las suyas, y todos se arremetieron, mientras Sancho Panza, al que nunca le agradaron tales fechorías, buscaba refugio en las ollas. En cambio, don Quijote, a caballo y lanza en ristre, se hizo sitio en medio de los combatientes gritando:

   - ¡Teneos, señores, teneos! ¡No hay que tomar venganza de los agravios que el amor nos hace! El amor y la guerra son una misma cosa, y si en la guerra son lícitas las trampas y estratagemas para vencer al enemigo, en las contiendas amorosas se tienen por buenos los embustes y mañas para conseguir el fin deseado, con tal de no deshonrar la cosa amada. Quiteria era de Basilio, y Basilio de Quiteria por disposición de los cielos. Y el que intente separarlos, pasará primero por la punta de esta lanza.

   Tan fuerte blandió la lanza don Quijote, que puso pavor en todos los que no le conocían. Así que se envainaron las espadas, y Camacho se consoló considerando que si Quiteria quería bien a Basilio de soltera, también le querría de casada, por lo que debía dar gracias al cielo por habérsela quitado. En fin, ya sosegados todos, el rico Camacho mandó seguir la fiesta como si no hubiese ocurrido nada. Pero ni Basilio ni su esposa ni sus secuaces quisieron asistir y se fueron a la aldea de Basilio. Y con ellos se llevaron a don Quijote, al que estimaban por hombre de valor y de pelo en pecho. A Sancho, sin embargo, se le oscureció el alma por no poder participar en la espléndida comida de Camacho, y así, acongojado y pensativo, aunque sin hambre, siguió montado en el rucio las huellas de Rocinante.

Fuente: Don Quijote de la Mancha (2004). Adaptación de Eduardo Alonso. Madrid: Vicens Vivens. Segunda parte, pág. 253-254; 256-262

Actividad 2. ficha de lectura


   Después de leer el texto, rellenad esta ficha. 

   Las preguntas os van a ayudar a saber si habéis comprendido bien el texto y a ver cómo podéis construir vuestra noticia de radio (quién participa, cuál es el conflicto que hay que presentar, etc).

   Acceded a la ficha pinchando aquí

 

Las bodas de Camacho

 

 

 

¿Cómo llegan don Quijote y Sancho a la boda?

 

 

¿Quiénes se casan?

 

 

 

¿Por qué Quiteria se casa con el rico Camacho en lugar de  con Basilio?

 

 

 

¿A quién ama ella en realidad?

 

 

¿Cómo consigue Basilio fingir su muerte?

 

 

¿Por qué Camacho se acaba calmando al final a pesar del engaño?

 

 

 

 

 

¿Qué personajes participan en esta aventura?

 

 

¿Qué papel cumple cada uno?

 

 

¿Cuál es el tema central?

 

 

Dividid el episodio en tres partes. No os extendáis, hacedlo de forma breve

 

-          Inicio

 

-          Desarrollo

 

-          Desenlace